HISTORIA SUSPENDIDA

Como tal le puso fin a su historia 
nadie más podrá leerlo,
me rio de la voz que me gobierna,
que no soporta mi silencio.

Sé debo desaparecer, pero sigo acá
(No cumplí aquella promesa)
estar aquí no es tan aburrido
… es confuso, distrae a veces no ser yo.

Grito mi nombre cuando estoy solo
para recordarme ante mi sombra,
grito mi nombre cuando me siento solo
anhelando me recuerden antes de que yo me olvide.

Intentaré suspirar antes de despedir mi leve esencia,
y estoy seguro, sonreiré.

2710202328

EMOCIÓN

Un viaje sin destino es lo que se anhela
ir sin buscar, perderse en el horizonte.

Mis días terminan aquí
me entrego a intermitente soledad…

La sed me abraza y aumenta 
escribo con la libertad que anhelé, pero,
mi voz jamás fue apta a mi furiosa realidad.

Me proclamo el último de mis egos
y eso aumenta la emoción de desaparecer.

 ---

HABLADURÍA-s

Una voz me menciona, habla de mí
mi silencio aguanta y sonríe
soy imagen que entretiene a los dioses
esencia que alega existencia
soy héroe, soy villano, soy victima…
     “… sombra regocijada en ira…”
     “…vaga ilusión de emoción y delirio esperando guillotina.”
Y acá estoy dándome asco
no soy esa imagen
jamás volveré a ser esa versión.

2509232021

La Tragedia Apática

    Todo era tan oscuro que apenas se podía ver a través de la penumbra. Los grandes edificios de la ciudad decoraban el sombrío paisaje, había muy pocos faroles que de vez en cuando se encendían, que se encendían solo para demostrarme que ella estaba presente, quizá ella los prendía para hacerse notar, para demostrarme que siempre me seguía, algo irónico pues ella siempre me daba la espalda y no hablo metafóricamente, digo que cada vez que la luz del farol de turno se encendía ella estaba allí, con sus altos tacones, una cabellera que llegaba hasta sus piernas, y sin embargo nunca se daba la vuelta, nunca me miraba, pero de modo macabro yo sabía que me veía.

    Ella no se quedó callada mucho tiempo, sin dejar verle la cara me empezó hablar, era raro pues sabía que era yo a quien le hablaba pero nunca se volteo, solo movía sus brazos como seña que se comunicaba, y una voz algo encantadora, de no ser por lo siniestro de su propuesta.

    Me dijo que me estaba esperando, que ya nos habíamos conocido y que tenía maravillosos planes para mí que me habían estado observando y depositaban confianza en mí. De repente pude ver a otra de ella a su derecha pero aún más alta, más delgada, más intimidante. Dijeron que tenían altas expectativas, que no podía decepcionarla. Fue ahí cuando se asomó una figura a su izquierda, estaba completamente bañada de negro, la luz del farol no era suficiente como para que fuese absorbido por esta figura. No dieron muchas explicaciones como era de esperarse, lentamente se desvanecieron en la oscuridad.

    Ni me tome la molestia de preguntarle algo a ella. Porque debía, si al final podía prender la tele y olvidar todo el asunto, busque el control por todos lados. Para cuando lo encontré ella estaba detrás de la tele, podía identificarla claramente, esa cabellera no se ve en todos lados, me pare y fui al armario de mi alcoba a  buscar un abrigo por el frío insufrible que hacía, nunca cabría en mi cabeza que mi madre estaría en la casa también, había olvidado que se encontraba en el cuarto de al lado, la podía ver a través del armario.

    Nunca debí abrir ese armario mi madre me escucho y no me quedo de otra que echar a correr, no tuve más remedio; quería a mi madre, pero no podría ignorar el hecho que se aproximaba y cruzando el armario se hacía cada vez más y más grande llegando a ser inmensamente colosal, mala suerte para ella porque no veía muy bien, por lo que torpemente caminaba atreves del cuarto, una gran oscuridad iba detrás de ella, parecía como si ella le alumbrase el camino a la oscuridad para llegar a mí, llego un punto en el que solo podía distinguir sus pantuflas de algodón y solo mirar las venas de sus viejas piernas. El corredor de mi casa era muy largo, aproximadamente veinte kilómetros, centímetros de más o de menos a quien le importa-

    El ultimo florero lo pase hace quince minutos y la doña que la cual nada se pude distinguir me pisa los talones, me estoy empezando a preguntar si en verdad es necesario que siga corriendo no he sudado nada, mi corazón no muere por escapar, solo he perdido mi tiempo, de que sirve que siga así, empiezo a dejar de correr y solo camino; la oscuridad que corría detrás de mi madre finalmente me alcanzo. Mi madre desaparece solo para que todo se torne negro de nuevo y tres reflectores son accionados revelando a mujer de nuevo.

    Ahora ella no se miraba tan elocuente, de algún modo yo sabía que estaba enojada, solo estaba parada sobre esos altos tacones, volteada, aunque podía sentir su penetrante mirada a través del velo de su pelo, cuantos minutos más serán necesarios para que se vaya, ¿Qué más faltara?, ¿Qué necesita ella?.

    Se mantiene ahí parada, quizá esperando que me dé la vuelta para acabar conmigo, el frío sobre el espacio se hace cada vez más intenso un sentimiento vomitivo comienza a crecer sobre mi estómago, he dejado de producir saliva, el suelo está muy lejos. Ella sigue sin mover un solo musculo, decido no decirle nada pues no hay nada que decir. Fue ahí cuando ella rompió el silencio:

–Nos vemos de nuevo en esta situación, me has demostrado que nunca cambiaras, siempre serán iguales las cosas, todos ustedes han sido iguales no sé porque pensé que finalmente tu cambiarias las cosas.-

    Bruscamente ella dio un brinco desde donde estaba y se acercaba a mi ser a toda velocidad, para protegerme solo cerré los ojos.

    Si los abría es evidente que ella justo enfrente mío, ella está esperando que los abra para arrancármelos, para morder mi cara, para perforar mis huesos pero no dejare que eso suceda. Inexplicablemente siento que me muevo, siento cosas punzantes y molestas intentando perforar mi codo, que rayos estará pasando allá afuera. Y no tardo mucho para cuando sentí que la gravedad hacía efecto en mí. La curiosidad me gano y abrí los ojos solo para descubrir que estaba cayendo, cayendo en la oscuridad. Choque con el suelo de espaldas, había una compuerta en lo alto por donde intuyo que me lanzo. Podría verla del otro lado de la compuerta, nunca volteo pero siempre me miro y rápidamente levito y se alejó.

    Para cuando me pare y mire a mi alrededor finalmente entendí todo lo que me ella decía, si efectivamente nos habíamos conocido, así lo demostraba miles de mis cabeza cercenadas sobre mis piernas, mis brazos y torso ensangrentados no solo habían uno, habías muchas se podían ver miles, en todas las direcciones infinitamente desde el inicio de los tiempo y hoy fui el ultimo.


AGRADECIMIENTO

No soy quien quisiera ser
tampoco lo que aspiré…
soy quien quise matar.

Realidad me abrazaste y entendí…
debo agradecer mi tiempo.

2509232024

in-ire-05

si duermo al paso del tiempo
si transito, de conceptos, soñé estar ahí
en asiento acompañado de Pan
ese que simplemente me ve con la boca amordazada

si es ese que me acompaña, día a día
es el sentado a mi diestra solo observando
no necesito que diga nada
solo su presencia en este transitar

hoy que fue ayer
si este segundo donde duermo despierto
no hay hacia delante, todo fue ayer
pero hoy me permito ver el amanecer
distinguir la primera luz, de mañana

NEGANDO

Palabras surgen
imágenes también…
¿ME VISTE SONRIENDO?

Entonces no me negués mi sueño.

2509232027

in-ire-04

la alborada de nuevo terrible
temible estancia de la existencia
oxigeno, oxida cuerpo, mente
estar es no ser

abominables seres en colectivos
sedados, dormidos, torcidos 
peste diaria, irreverencia a la existencia
si transitar al constante monótono de la tareas diarias

permitirse un descanso
el cigarro encendido, paso del tiempo
tres minutos para ingerir dejarse al tiempo
tiempo que ayer, que fue
que pasa con el gusto de ser, solo el tiempo

NO ESTOY/

Por ahora mi nombre no es válido
mis suspiros se hacen mi sombra,
comprendo el horizonte y su atardecer 
da asco saber mi presente
da ira saber mi futuro...
no soy cuando está tu felicidad.

250920231408

in-ire-03

si de tarde que atormenta la carencia de luz
existencia detrás de las sombras, ideas que desgarran
siempre el hoy es mañana
mañana es tarde, lento

los insectos amenazan el descanso
ácaros perceptibles en la piel que no descansan
descarnan constante como ideas de ir al hoy
que será mañana lo mismo

perderse un segundo, el cuento del mendigo
que recolecta limosna para alimentarse
sea de alcohol o comida
la bendición de vía que permite por lo menos alimentarme
no es suficiente, el estar vivo es inconsistente

CAIGO/beso

Comienzo tenue, viendo con palabras
no pido ningún suspiro
hay fuego, miedo y algo que aterra
y atrae.

Caigo, los silencios los guardo
me sofoca la ira
nombro un sueño para vaciarme.

Ya no hay palabras, tampoco ansiedad…
tan solo la búsqueda de un beso que mate.

2611232311

in-ire-02

el adormecimiento de los miembros
de perdidas de control o espacios
de irrumpir en espacios repetitivos
de rutinas de sangre que fluye y no se detiene

pensamientos perdidos
de accesos solo para pocos
de dolor latente en las mañanas
desgana del atardecer, la misma idea

hoy es el mismo mañana
atrás es la misma semana
rutinas sin descanso y el descaro
de una idea impertinente de luz
jamás llegara ya que al amanecer ya es tarde

ABRAZO/ojo luna

Esta mente ya está ocupada
hay demonios y hormigas
imágenes atascadas de mí.

No tengo voz,
soy un iluso
un algo simple…
inútil.

Observo llantos silenciados 
soles alejándose,
yo estático casi muerto.

La luna es un ojo
el perro ladra, el mar se enfurece
mientras caen plumas.

No busco más espejos
soy silencio que oculta ira,
conozco mi nombre ahora.

Veo un sueño viéndome
abrazo mi sombra y me desvanezco.

0608231828

in-ire-01

es el desasosiego del despertar
de rutinas constantes
el dolor del descontrol el
no saber dónde ir y terminar

la parametrización del constante estar
del dolor de la comparación, compra
un dolor constante de dormir, despertar
el mismo lugar la misma forma

ardor que no duerme con licor
ni un paso atrás que será igual
el dormir no es solución
ni el andar errante como una maldición 
de soportar, segundo a segundo, hora tras hora

Encuentro

 Se encontraron en una banca del parquecito ubicado en el centro de la colonia. La diferencia de ésta con otras ocasiones es que ahora estaban solos los dos sin el alboroto del resto de sus amigos. No es que se hayan puesto de acuerdo. ¿O tal vez sí? Se reconocieron a lo lejos, en la penumbra de las seis y media. Es posible que titubearan un poco entre seguir adelante o regresar cada quien por su lado, sin embargo, algo los impulsó a seguir adelante hasta llegar a la banca. Bruno saludó con un “¿Qué ondas?” Alicia respondió con un “Hola.” y después de dos segundos  “¿Nos sentamos?” A lo que Bruno replicó con un seco “Va”.


Se sentaron lo más juntos posible sin tocarse. A pesar de ser amigos desde que tenían memoria, hablar de muchas cosas y tener confianza, sentían como si fuera la primera vez que estaban solos los dos. No pudieron evitar sentir un ligero escalofrío tanto por el clima como por tomar conciencia de ellos mismos y la posición que ocupaban en ese momento cuando les parecía estar en el centro del universo.


Alicia rompió el silencio: “¿Ya viste la luna?”.


Bruno alzó la mirada. En la noche fresca y nublada de enero, la luna asomaba entre unas nubes delgadas que al adolescente se le antojaron como una cortina que se abría y cerraba a su antojo, a veces rompiéndose a jirones que más parecían manos sosteniendo la bola brillante, dándole un aspecto tenebroso. Habría querido hablar: “¿Sabés? De verdad necesitaba conversar con alguien esta noche, siento que me pesa el cuerpo,los hombros, el pecho. Quisiera hacer tantas cosas y no tengo dónde ni cómo empezar, desde lo que pasó con mi mamá siento que nada tiene sentido, igual a nadie le importa y tengo que cargar con este peso”. Pero las palabras que salieron de su boca fueron “Que bonita” seguida de un “vos, ya no falta mucho para que empiecen las clases”.


Alicia seguía fascinada con la luna. Desde que se enteró que los japoneses veían en los cráteres la imagen de un conejo comiendo un onigiri (una bola de arroz rellena), no dejaba de pensar en ello y no había luna llena en que no apartara aunque fueran unos minutos para ver al conejito. Le distraía un poco de su situación. Ella también quería desahogarse y contarle tantas cosas a Bruno: “Cada día es una lucha en casa, tengo que lidiar con los idiotas de mis hermanos, mi mamá que se la pasa todo el día afuera trabajando y mi papá que solo aparece borracho pidiéndole dinero. 


Se le salió un “Sí vos, que hueva, pasé toda la tarde forrando mis cuadernos”.


Alicia pensó en que le daba igual el colegio, le hacía más ilusión irse lejos, conseguir un trabajo y hacer su vida por su cuenta, “Cuántas veces me han dicho que me largue, que soy un estorbo, una carga, el colegio se ha convertido en un escape y no esperanzas de graduarme, me ven como la mandadera, la que hace el oficio en la casa porque los hombrecitos no pueden levantar ni un plato”.


“¿Ya tenés todos tus útiles? A mí me faltan algunas cosas.”


Los dos suspiraron, sin saber si era por el viento fresco, la noche clara, los problemas que enfrentaban, el deseo de regresar a una infancia ignorante pero feliz o todo junto. Cada uno se dio cuenta de su propio suspiro sin reparar en el ajeno y se sonrojaron de pensar qué pensaría su compañero/a sin que ninguno se enterara.


“Un par de libros, ya veré cómo los consigo”.


 Bruno pensó decir “Ayer caminé hasta el campo de fútbol, el que está hasta arriba del cerro. Ese que los domingos se llena de gente, pero no había nadie jugando, nadie en las gradas dando gritos, ni niños en bicicleta dando vueltas, ni la caseta con la señora que vende panes, aguas y naranjas con pepita y limón. estando ahí solo vi el atardecer y fue la cosa más hermosa que había visto en mi vida, también tuve un sentimiento de soledad y de desolación como nunca sentí en mi vida, y me acordé de vos”. pero le pareció algo demasiado cursi y melancólico y mejor no dijo nada.


“El domingo hay partido, jugamos contra los de la Alameda, ahí te llegas”.


Alicia pensó: “Anoche me quedé despierta hasta tarde con los audífonos escuchando música. Tenía las pistas en aleatorio sin poner mucha atención. En un momento pasado un tiempo sonó una canción que tenía tiempo de no escuchar y me gustaba mucho, era una canción viejita que hablaba de una chica que había muerto y su fantasma se quedaba para cuidar al chico que le gustaba cuando estaba viva y pensé en vos”. Pero le pareció demasiado cursi y fatalista y mejor no dijo nada.


“Veré si puedo, tengo que hacer algunas vueltas”.


Bruno pensó: “Al estar aquí con vos me siento seguro, confiado, te podría  contar cualquier cosa y estoy seguro que no me vas a salir con que son estupideces, a veces quisiera que nos fueramos juntos a otro lugar donde nadie nos conozca, empezar de cero, no será fácil pero con paciencia y trabajando hacemos algo”.


“Va, igual si no te veo en clases”.


Alicia pensó: “¿Sabías que al principio no me gustabas? Pensabas que eras un creído, que te creías mucho para los demás y por eso no le hablabas a cualquiera. Luego me di cuenta que eras más bien tímido y eso me pareció lindo, ahora mismo podría decirte que nos fuéramos de aquí a otro lugar, no importa dónde con tal de escapar de aquí. Un lugar donde nadie nos pueda encontrar. No pido mucho, ya estoy acostumbrada a vivir en la pobreza, con un poco soy feliz. Solo con estar con vos…”


“Sí, fijo”.


Bruno cerró los ojos: “Me quedé solo con mi padrastro, creo que me echa la culpa de lo que le pasó a mi mamá y se desquita conmigo, busca cualquier pretexto para gritar y tirarme lo que encuentre, mientras más duro mejor, dice que más mee vale que encuentre un trabajo o me echa de la casa, da igual, no lo pienso mantener.  No se si me duele más el cuerpo o el alma, extraño a mi mamá, sé que puedo buscar y tal vez encuentre algo mal pagado pero no pienso darle el gusto a él, primero muerto.


“¿Y qué se cuentan en tu casa?”

Alicia cerró los ojos: “Soy la última en comer y apenas me dejan algo de las sobras. Se meten a mi cama, me tocan con sus manos que siento ásperas y sucias. Me amenazan y si no les cumplo me golpean, le quise decir a mi mamá pero solo se rió y me djo que para qué andaba de caliente, quise explicarle que no, que detesto que hagan eso pero ella no me escuchó, no quiso escuchar… por eso ya no quiero, no doy más. Es posible que mañana ya no esté aquí.


“Nada, lo mismo de siempre”.


“No quiero pensar lo peor, esta noche no creo poder dormir, a veces uno tiene que tomar una decisión y me temo que no va a salir nada bueno sea lo que sea que decida. - Aquí la mula o pare o revienta - como dicen, así que mañana ya no estaré aquí, solo quería hablar contigo una última vez”.


Sin que ellos supieran los dos pensaron al mismo tiempo “Si tan solo pudieras leer mi mente, si supieras lo mucho que te necesito, que sos la única persona con quien puedo hablar tranquilamente, que me gustas desde hace tiempo pero nunca me atreví a decírtelo, pero ya es tarde. Mañana me iré, me voy en fuga, tal vez nunca nos volvamos a ver ”.


Pero solo atinaron a decir “¿Nos vemos mañana? "


Sí, nos vemos mañana.


El anciano

Al abrir la ventana, él ya estaba ahí, un anciano que simplemente me observaba, no recuerdo si en realidad era una ventana o la puerta del botiquín sobre el lavado, pero él estaba ahí, con su mirada fija en la mía, hipnótica, fría, sentado y con esos hilos de humo con cabeza de serpiente que salían del suelo donde se encontraba sentado, con ondulante danza los hilos y serpientes se desvanecían, el olor a especies se expedía en todo el lugar, en ese que no recuerdo. En su cabeza tenia un tocado que aún no puedo recocer, pero pertenece a algo que ya conozco, no sé porque estaba ahí, ni porque esta vez no dijo ni una sola palabra, estaba estático, inmóvil solo observándome, como tratando de decirme que no iba ser la primera vez, que lo iba pensar todo el tiempo y lo encontraría en cada contorno de madera o en los dibujos del suelo, lo último que recuerdo es que levanto su brazo y en su mano contenía la cabeza de su presa o un sacrificio que me vencía.      



Desvaríos de Alguien que Perdió el Control

 Se escuchó en la oscuridad y el silencio de la noche el tintineo de unas llaves, un poco de resistencia de la cerradura, luego el chasquido del pasador y el crujir de la puerta al abrir. Atravesó la entrada y encendió la luz. Le recibió el mismo desorden que dejó abandonado en la mañana y se sintió un poco decepcionado de no encontrar la mesa del comedor recogida, la ropa doblada en el ropero y todo el piso barrido y trapeado como por arte de magia. Aspiró el aire de la soledad y se dio por vencido de inmediato. Tal vez el fin de semana, ahora se siente muy cansado, enciende la tele para hacerse compañía del ruido, se tumba en el sillón mientras saca su celular para ver dos cosas a la vez y no ponerle atención a ninguna. En el televisor hay un pastor evangélico, aparentemente en el punto más álgido de su sermón, dando gritos desaforados, respirando pesadamente, acentuando exageradamente las palabras: “¡Sí hermano, ARREPIEEEENTASEEEEE porque son los últimos tiempos, porque hay terremotos, peste y guerras como ha habido siempre en la historia, pero a usted hermano le tocó vivir este tiempo así que como muchos antes de mi por los últimos mil años no me queda otra que decir que son los úuuuuuultimos diiiiaaaassss. Que nos falta poco para que venga el Señor, el vicario, el único, EL GRAN INQUISIDOR ante quien toda rodilla se va a doblar, ante quien todos van a temblar, porque mi deber es infundirle miedo a usted para que tema por su alma y que escuche mi sermón para limpiar su conciencia, para sentirse moralmente superior y vea a todos con un aura de santurronería porque usted sí está preparado, porque usted tiene la bendición, porque usted da el diezmo, porque usted es próspero, porque usted…”

¡Click! Cambió de canal sin poner mucha atención al sermón, ahora una presentadora de noticias hablando de la forma clara, con la dicción impecable como hablan los presentadores de noticias, casi orgullosa,  viendo fijamente a la cámara, es decir, a la pantalla, es decir, a él: “Claro que sí, volvemos con más información y efectivamente da igual lo que diga porque estoy segura que usted está con la nariz enterrada en su celular, pero de todos modos voy a seguir hablando con una voz calma y monótona para relajarlo a usted. En otras noticias, a diferencia del pastor del canal anterior, mi deber no es alarmarlo diciendo que el mundo se va por el inodoro, más bien es presentarle noticias amarillistas acerca de asesinatos, extorsiones y crisis mundiales para encubrir la realidad de la ineptitud del gobierno local de proporcionar un mínimo de salud, educación y seguridad. Aquí estoy poniendo una cara seria pretendiendo que mi equipo y yo hacemos un análisis de la situación global pero en realidad solo leemos lo que redactaron los periodistas de agencias de noticias internacionales que sí hacen su trabajo. A Continuaci…”

¡Click! Una escena de telenovela donde una pareja parece estar discutiendo apasionadamente, el actor le increpa a ella “¡Luisa Fernanda! ¿No te das cuenta? Somos solamente un entretenimiento superficial repleto de clichés y basado en conceptos sociales anticuados.” Ella le da la espalda de forma que los dos quedan frente a la cámara rompiendo la cuarta pared. “Te equivocas, Mauricio Alejandro. Parece que tenemos un espectador que al fin nos va a poner atención, alguien pensante, alguien que se sale de este canon de pensamiento básico y simple, un verdadero crítico de…”

¡Click! Los deportes, el narrador de un partido con mucho entusiasmo “¡Qué sorpresa mi estimada audiencia! o debería decir que no me sorprende en absoluto la reacción indolente y apática de alguien que se ha vuelto un zombie, ¡un verdadero muerto en vida señoras y señores! Debo decir que empezó el juego de la vida con mucho entusiasmo, con ganas de comerse al mundo como dicen, pero predeciblemente se ha ido cansando y desencantando hasta volverse un gusano, un autómata que trabaja de ocho a cinco y pasa el resto del tiempo sin saber qué hacer con su existencia ahogando su vacío existencial en alcohol  y relaciones infructuosas, estamos ante una ciudad hecha de callejones sin salida, a estas alturas ya le falta el aire, el físico le juega malas pasadas y la mente se burla de él. Tendremos que esperar un verdadero milagro para…”

¡Click! Un infomercial con imágenes de paisajes, un paisaje relajante y una voz en off tranquila, casi sedante: “¿Está usted harto de ganar dinero para entregarlo a sus deudores? ¿Está cansado de que su trabajo sea la finalidad de su vida en lugar de un medio para alcanzar su realización personal? ¡No se preocupe! Usted no es el único que se siente así, habemos muchos que estamos igual, fingimos que tenemos sabiduría y experiencia cuando en realidad todos andamos como niños asustados ante el mundo, tal vez la madurez significa no llorar cuando se piensa al respecto y cuando tenemos secas las cuencas de los ojos pasamos noches sin dormir y cuando… "

¡Click! Una comedia de situaciones de esas donde hay varios amigos hablando cómodamente en un café o en un bar, Rachel le habla a Monica entre pausas de risas: "¡Entonces me dijo que era un hombre sin complejos!” - pausa, risa desenfrenada - “Que era muy seguro de si mismo, si lo hubieses visto, en sus ojos se adivinaba el terror” partiéndose de risa, Monica ríe y responde “Así son todos, aparentan seguridad cuando en realidad podrían andar en pañales por la vida, pero da igual porque nosotras estamos igual” las dos ríen a carcajadas mientras la gente está sentada en sus bancos conversando, indiferentes al alboroto a medio escenario. Entra Phoebe y las interrumpe: “Yo no estoy de acuerdo, estoy segura de que sí hay personas que tienen una idea clara de quiénes son y cuál es su propósito en el mundo, aunque solo sea por el privilegio de vivir en un país con mejores oportunidades, tal vez no se necesita tanto dinero ni conocimiento, solo llevar una vida sencilla, trabajar lo suficiente y tener un pasatiempo que te ayude a despejarte, se nos ha metido en la cabeza la idea de que tenemos que ser ambiciosos y conquistarlo todo y si no tenemos esa ambición, esa codicia, somos unos inútiles. Es cierto que la vida es dura, tenemos retos y dificultades pero a la larga eso es lo mismo que le da sabor y que al hacernos viejos pensemos con satisfacción en los obstáculos que hemos superado. Es probable que tengamos que replantearnos todo esto del éxito y la felicidad, ¿Qué tiene de malo una vida contemplativa, sencilla, sin lujos ni mayores aspiraciones que disfrutar los pequeños detalles?”

¡Click!

VS 01 parte III

Es que/ se que es de llegar ahí
son estos días
perdidos / llanos
incomodidad en estos días
oscuros y de maldad
no son 5
son más de 2 años
incomodidad
el cargador del tiempo se va
y no se detiene
si es así
una vasija se sigue creando
con barro de termitas cartoneras
todos nuestro pensamientos serán echados ahí
los días malos continúan
los días malos son
todas la ideas estarán
vertidas
en esa vasija
del vómito de termitas
cartoneras
y ese maldito Dios
las devorará lentamente
sigue pasando el tiempo
dia tras dia
sin dar marcha atrás
sigue el dolor
persiste
días oscuros
y los sueños recurren
constante ciclo
de dolor
muerte
el hilo enrollado
sigue anudado
sigue apretando el tiempo
sigo perdido en el tiempo
de dolor y sangre
se vierte el pesar en los dedos
continuamente día tras día
el dolor, pena
constante
entorno fétido, doloroso
para todos y cada uno
no saber donde estar o donde ir
se pierde el apetito
estos días que eran 5 ahora son años
pesa
cada segundo pesa
las ideas caen
llueven
constantes
el fluir y torbellino/ pensar
tener miedo, del mañana, del hoy
de formarse una ideas
del percibir y soñar
de un futuro oscuro
quizá sean los últimos días de los tiempos
esa constante idea
del hilo y el tiempo
figurados en la serpiente
bífida
en los contornos de su cuerpo
camino de constelaciones
planetas, estrellas
todo ahora en este tiempo
oscuro
me pierdo en el cuerpo de la serpiente
caminos y contornos
en el espacio tiempo
el pesar
el dolor
continuo
día tras día
sin tregua.

LA ESPERANZA

 II

Los jueves y domingos eran días de partido. Toda vez se juntaran al menos diez para hacer equipos de cuatro más un portero. Para darle un toque de formalidad hacían los tiempos de treinta minutos. La opción del mediodía era generalmente desechada primeramente por el calor sofocante y su consecuencia inmediata: el sueño. En cambio, el fresco de la noche era ideal para correr tras la pelota, aunque de cualquier manera terminaran empapados de sudor no se deshidrataban tanto como lo habrían hecho bajo el sol. Todos se conocían de toda la vida; desde Fito Martínez, quien vivía en un ranchito de madera casi en el borde del pueblo, cerca de la quebrada, hasta Oscar Cuéllar, el hijo de los dueños de las Delicias, quien dejaba su pickup estacionado a la orilla de la cancha con el radio disparando música de banda a todo volumen para amenizar. No era raro que llegara Chus Pellizco a ver los partidos y a estirar la mano con su “please, four five” o peor, la Virginia, la otra loca del pueblo. Todos tenían algún sentimiento en contra de la Virginia, el que menos, respeto, el que más, pavor de que le diera una somatada si lo agarraba de malas. Por lo general cuando llegaba la Virginia todos se quedaban callados, cualquier grito o palabra podía ser vista como una amenaza.


Edgar se preguntaba si la pastelería en realidad daría lo suficiente para que los Cuéllar se dieran esa vida. Es cierto que a diario vendían bastante y que los pasteles eran cotizados en el área, pero sentía que algo no cuadraba. A veces las malas lenguas hablaban de que no era posible que ellos hubieran progresado tanto solo con la pastelería, pero para Edgar esos eran puros chismes de viejas envidiosas.


Una mañana, don Mundo iba caminando por el pueblo y se encontró con algo interesante. En la vitrina del único café internet del municipio exhibían fotos restauradas. Un rótulo prometía devolver fotos antiguas a su estado original, el cliente podía elegir entre blanco y negro, tonos sepia o coloreadas. Pagando el precio correspondiente por supuesto. Irónicamente la mayoría de solicitudes eran para eliminar personas indeseadas. El viejo tenía un retrato con su padre, Eduardo, papa Guayo de cariño, vestido  bien elegante con traje de levita sosteniendo a un Edmundo de alrededor de un año, con un vestido bordado y gorrito. Dicha reliquia había permanecido guardada celosamente, pero la polilla y una mancha marrón atravesando la imagen en diagonal,  que no sabría decir si eran los químicos descomponiéndose o algún accidente con café, amenazaban su existencia. Don Mundo dudó por algunas semanas hasta que al fin se decidió y la llevó, le pidieron un anticipo y que esperara unos tres días. Esperó un par de días más por aquello de las dudas y le dijo a Edgar que fuera por ella.


Iba ya de regreso, parado en la esquina metido en sus pensamientos, a lo lejos escuchó una música a alto volumen pero no le puso mucho coco, pero el frenazo y la bocina lo volvieron a la realidad casi de un brinco. Era Cuéllar.


-¿Qué onda, qué hacés?


- Nada, un mandado nomás


- Subite, vamos a dar una vuelta.


Con la confianza de un familiar lejano, Edgar se subió al pickup, Oscar aceleró y giró en la esquina. La casa de Edgar no estaba tan lejos, parecía que darían una vuelta por el pueblo para hacer un poco de tiempo,  le bajó el volumen al radio para poder conversar.


- Mira pues, nos juntamos para jugar fut y hablar muladas pero tenemos rato de no platicar, no te jode, ¿cómo está tu mamá, tu abuelo?


- Pues pasándola vos, sobreviviendo como se puede.


- Ya no sacaste carrera verdad, pero les estás ayudando con la tienda.


- Sí vos, ahí vamos, hay que ver qué se hace.


- Me acuerdo cuando llegaba con doña Amanda de patojo a comprarle vos, que ricos los helados, ¡los de coco jajay!


- Son buenos, cuando querrás te invito.


- Pero vos no sos tonto, me acuerdo que sos bueno para las cuentas, nunca te equivocadas con los vueltos ni nada de eso. ¿Qué te pasó, vas a seguir con la tienda cuando ya no estén tus viejos? – Dijo Oscar ya en un tono algo más serio.


- Las patojas, las salidas con los cuates, no sé, ya no me dio la cabeza, aunque te digo, sí me gustaría hacer otra cosa tal vez, otro tipo de negocio, aprender a hacer otra cosa, incluso,  – Edgar tosió y se aclaró la garganta nervioso – estaba pensando pedirte trabajo de repente.


- ¿Ah sí? - Se estaban acercando a la casa de Edgar, Oscar se quedó pensando unos segundos viendo al frente. – Va, hagamos esto: tengo que hacer unos negocios y de repente me buscás la próxima semana, pero en serio; acordate que te conozco desde hace tiempo, sos mi cuate y te tengo confianza, ya veremos qué podemos hacer.


Edgar se despidió con una sensación de esperanza y de quitarse un peso de encima. Entró a la casa con una sonrisa y le entregó el sobre a don Mundo. Doña Amanda se acercó también para ver. No solo habían escaneado la foto con alta resolución, hicieron una ampliación de ocho por diez pulgadas, el traje de papa Guayo había sido prácticamente reconstruido, le agregaron color, camisa blanca, saco negro y una corbata de cinta. El vestido del joven Edmundo de color celeste, todo con solo un poco de difuminado para mantener la sensación de antigüedad.


Don Edmundo estaba maravillado. “No, si mi tata era elegante, bien parecido, mirá nada más ese bigotón y esos ojazos azules. Cuando nos asentamos acá en San Miguel era persona importante.” Y dirigiéndose a Edgar, en un tono más de reprimenda “Mirá vos patojo, te hubieras puesto las pilas y podrías haber aprendido a hacer esto, te aseguro que ésta gente está haciendo billete, pero te ganó la pereza”.


Edgar se sintió algo mosqueado, pero se sentía muy bien como para discutir. Tenía una oferta, aunque no quería decir nada hasta que el trato con Oscar se hubiera concretado. Don Mundo se fue a su cuarto a buscar entre sus cachivaches algún marco para poner la foto y colgarla en algún lugar prominente en la sala.


Doña Amanda reía y le habló en tono confidencial a Edgar. “Ay mi papá ya tiene nublada la memoria. Yo recuerdo a papa Guayo pero no tenía nada de elegante. Ese traje fue el único que le conocí en toda su vida y se lo ponía para cualquier boda, bautizo o lo que fuera de celebración importante. De allí pasó toda su vida con ropa de arriero y oliendo a caca de vaca.”  Pero tampoco quiso desaprovechar la oportunidad de tirarle su pedrada. “Ahí ve vos si querés terminar así también, a como va la cosa en lugar de progresar vamos para atrás”.


Edgar se tragó cualquier posible respuesta. Ya vería qué le podían ofrecer, tal vez un puesto de aprendiz, algo que lo sacara de la rutina, que pudiera servirle a futuro.


Edgar sinceramente pensó que la oferta de Oscar era para trabajar en la pastelería.


PALABRAS SOBRE LA RETAGUARDIA

 Juan C. Jota

    En un país en el que todo está patas arriba y el arte no tiene pies ni cabeza y los artistas no son la avanzada de nada, situarse voluntariamente en la retaguardia puede que sea la única alternativa sensata de cara al gran vacío que se ha instalado en la vida de cada quien y de la sociedad guatemalteca en su conjunto.

    En ese contexto, el concepto de retaguardia no alude, sin embargo, a los que simplemente se quedan atrás del frente de batalla sino al contingente estratégico que hace posible que exista tal campo de batalla, que exista guerra y que exista resistencia.  Cuando en el frente todo se ha perdido, la fortaleza de la retaguardia logra que las tropas se retiren en orden en vez de huir en vergonzosa desbandada; también logra que se resguarde lo ganado, se renueven las fuerzas casi agotadas de los combatientes y se organice una resistencia inteligente y efectiva desde la cual se puede continuar la guerra.

    En estos momentos en que el gran vacío se ha instalado en la vida de cada quien y de la sociedad guatemalteca en su conjunto, la guerra que se libra tiene que ver con el sentido de la vida, del arte, de la política, la religión, etc., tal como se practica en nuestros días.  De allí que este grupo de artistas, escritores, músicos, actores, artistas visuales, se haya organizado bajo el concepto de retaguardia, aparentemente menos ruidoso, estelar y legendario que el de vanguardia, y desde allí organicen otras maneras de socializar sus creaciones, precisamente en el momento en que las vanguardias y su arte, absorbidas por el mercado, hace ya mucho tiempo que desaparecieron del frente cultural.

    Sin la alharaca conceptual que caracteriza a los contemporáneos, los artistas de La Retaguardia están, de hecho, cambiando la forma de hacer y proyectar el arte que crean colectivamente.  Son verdaderas fusiones de literatura, música, artes visuales, teatro, que se resuelven en un performance colectivo en el cual, en primer lugar, desaparece el concepto de autor.  La fusión de talentos, por otro lado, no tiene dentro de sus propósitos facilitar la gestión de la obra y el inicio de las carreras profesionales de los artistas individuales; es más bien una respuesta estratégica para salvaguardar la sensibilidad artística y humana de un público —y de unos artistas— que ha estado demasiado tiempo expuesto a la cultura global de masas.

    Se trata de un colectivo en formación y también de un arte y unas obras en pleno proceso de gestación.  Lo que presentan al público no son obras acabadas y perfectas sino más bien expresiones en las que el sentido está aún en una fase de germinación: son provocaciones, espectáculos de lo absurdo, del sentido parcial que niega el sentido total de las cosas y los hechos sociales e históricos.

    Me consta que los artistas de La Retaguardia no parten de una ideología que les permita privilegiar unas experiencias sobre otras igualmente posibles.  Al contrario, su punto de partida es una experiencia atroz de la vida, cuya mayor atrocidad consiste en su falta de explicaciones y en su carencia desvergonzada de justificaciones.  Por eso, es al mismo tiempo un arte primitivo y vital, y también un arte de nuestro tiempo.  El uso de la tecnología libra a La Retaguardia de la noción de marginal o de periferia, aunque quizás sea mejor decir que obliga a redefinir estos conceptos que empiezan a ya no decir nada en el contexto de nuestro tiempo y de nuestra sociedad.

    La Retaguardia seguirá creciendo y diversificando sus métodos creativos y sus estrategias de proyección artística.  Allí, en La Retaguardia, está no sólo la resistencia de nuestra cultura sino también el germen de una auténtica vanguardia artística.


VS 01 parte II

sea pertinente el salir
escapar de un confinamiento
un encierro voluntario
pero el salir es frío
muchas veces innecesario/ dolor
un confinamiento voluntario
de hace tiempo/ perdido
desgana de un paso afuera
lejos del yo/ del que soy
es ocultar para proteger/ que
me hace otro más fuerte
uno que puede andar, pero
esta máscara de madera y pintada
pesa, pesa ante otro que no puedo ser
ni reconocer/ entender
esos otros que no soy
andar confinado en un yo mismo
estorbo que pesa/ arde
mejor que dentro/ en este
confinamiento voluntario a salvo
de esos otros o todos/ ustedes
pasado el tiempo fue/ necesario
fue una salida adecuada
pero estoy harto de morderme
eternamente la cola/ todo el tiempo
espacio definido y concreto
de paredes que me mantienen a salvo
de mi/ de todos/ ustedes
no es que haya llegado el tiempo
pero el frío cada vez es más
insoportable/ será que ha llegado
tiempo de terminar/ crisálida
sea un tiempo de esfumarme de
lo que es
salir ya de aquí
al cerrar los ojos de noche
luna nueva/ terror de imágenes
conscientes/ se muestran transpuestas
el niño detiene el corazón en sus manos
fluye líquido vital/ sangre   
aún palpita, con una pálida mirada
esa mujer que camina desnuda/
el/ yo/ sintiéndome inerte
ante las imágenes
aterradoras imágenes que corren
ríos de sangres
alimento de imágenes recurrentes
cada vez más cuando la luz se extingue
luna nueva/ todo irreconocible
esperar el amanecer
será que así termina todo
duele cada paso
momento de salir/ actuar
mover algo/ de mi/ de todos
salir y andar

La Esperanza

  I


Las dos de la tarde, hora del sueño. Edgar cabeceaba sentado en la silla de mimbre detrás del mostrador. Después de una infancia donde no podía estarse quieto, perdió sin darse cuenta y sin luchar siquiera, la batalla por mantenerse despierto después de almorzar.


El pueblo entero se paralizaba a esa hora. La faena empezaba en la madrugada recibiendo el pan, leche, crema y queso. Los jornaleros pasaban temprano, luego señoras o algún niño enviado por su mamá para comprar lo que les faltaba para el desayuno: alguna chuchería y un jugo enlatado o un refresco instantáneo para la lonchera de la escuela. Chus pellizco, uno de los locos del pueblo, llegaba a sentarse a la acera de la tienda como a las ocho de la mañana. No era violento, se le acercaba a todos con la palma de la mano extendida pidiendo dinero diciendo “please four five, please four five”. Le sacaban una taza de café y un pan con frijol, se quedaba un rato y luego se levantaba a seguir la vagancia. A eso de las nueve o diez el movimiento se detenía un poco para que al medio día empezara otra vez con los preparativos del almuerzo. Luego la hora de la siesta, y ya en la mera tarde gente comprando cualquier cosa que necesitaran, desde harina hasta hilos para remendar. Casi todos se iban a dormir temprano para empezar la misma rutina al día siguiente. 


En ese tiempo, La hora de la siesta todavía era algo sagrado.


Igual que con el sueño, Edgar se había dado por vencido con la secundaria sin dar mucha pelea. En el pueblo se tenía la creencia de que no todos tenían la combinación de tiempo y cerebro para sacar una carrera, no digamos ir a la universidad. Casi todos los que llegaban al diversificado iban por el magisterio que era el sueño más alcanzable de todos; conseguir una plaza en el ministerio de educación y tener un trabajo estable, subir en el escalafón; si les iba bien llegar a ser director de algún establecimiento y después de unas cuantas décadas, jubilarse y gozar de su pensión mensual. Los pocos que tenían oportunidad de llegar a la universidad consideraban agronomía como la opción más rentable. La segunda más popular por aquello de la política era la de abogado y notario. No podían faltar algunos agró médicos y veterinarios. Eso sí, si alguien necesitaba un dentista tenía que viajar al municipio próximo. La ventaja de alcanzar un grado universitario era que la probabilidad de poner un negocio o clínica propia era casi absoluta, una vez que el profesional se hiciera de alguna reputación era de esperarse que su familia prosperara y pudiese pagar una buena educación para la descendencia y así aumentar la fortuna familiar, o al menos mantenerla.


Para Edgar, como para la mayoría de pobladores, la cosa había sido un poco más cuesta arriba. Su padre, quien se casó con su madre en segundas nupcias y ya entrado en años, falleció a los cuatro del nacimiento ayudado por dos paquetes de cigarrillos diarios. Le heredó a Amanda la pensión de maestro y al hijo la nariz aguileña y la constitución de milpa: seco y áspero. El ahora huérfano se paseaba en calzoncillos por el patio mientras velaban al señor en la sala. Los zapatos de grandes que se le veían parecían sostenerlo en el piso para que no se lo llevara el viento. El abuelo Edmundo, más conocido por todos como don Mundo, se hizo cargo del rol paternal. El viejo había sido policía de joven, con lo de su retiro había logrado poner la tiendita que ahora le proporcionaba algunos ingresos. Doña Esperanza (el nombre del municipio era San José La Esperanza, así que había muchas Esperanzas en el pueblo), la esposa de don Mundo y abuela de Edgar, yacía en cama desde hace algún tiempo aquejada de varias dolencias.


Lo que Edgar parecía no haber heredado fue la inteligencia. Estudió hasta donde pudo, ya en la secundaria y entrando a la adolescencia empezó gradualmente a perder el interés por el estudio y a tomarle más el gusto a salir con los amigos y enamorarse de las patojas, cosa que le absorbió de tal modo que perdió dos años seguidos, para ese tiempo Amanda y don Mundo prefirieron dejar de enojarse por su pobre rendimiento académico y se convencieron de que el patojo no tenía madera de profesional.


“Si no saliste bueno para el estudio vas a tener que trabajar” sentenciaron.


Así Edgar se metió de lleno en el trajín de la tienda. Madrugaba para traer el pan y los lácteos, ayudaba a atender y a hacer mandados. Solo ya entrada la tarde se iba a jugar fútbol al parque o a cantinearse a alguna patoja, las únicas cosas que podía hacer en el pueblo para romper un poco la rutina.


Así fue como llegó a este punto, quedándose dormido en la silla detrás del mostrador.


Desde hace algún tiempo sentía una espinita, algo que le molestaba pero no sabía bien cómo definir, y poco a poco esa espinita se fue sintiendo como una presión en el pecho que luego le bajaba a la panza y le hacía sentir un vacío que le jalaba las tripas hasta que se fue materializando en una voz que sonaba en su cabeza:


¿Es esto lo que vas a hacer el resto de tu vida?


Una vez cuando entrecerraba los ojos en medio del calor de la tarde, mientras sentía el sudor recorrerle la frente hasta el cuello y ser absorbido por la camisa, soñaba despierto y se ponía a imaginar cómo sería vivir otra vida. Si tal vez hubiera sido profesor dando clases… no, eso no era para él, suficiente tenía con el recuerdo de las maestras poniéndose moradas de rabia regañando al montón de niños ingratos, no, eso no era para él. Luego recordaba la casa del doctor Monroy abajito del parque, era una cosa monumental, destacaba del resto de casas de adobe y techos de teja, era una construcción de block, con balcones de hierro forjado que formaban figuras caprichosas, había entrado al consultorio un par de veces y cerrar la puerta de vidrio de la recepción y sentir el aire fresco de los ventiladores de techo era una verdadera delicia. La diferencia entre eso y el calor del exterior era como el día y la noche. Solo podía imaginar el resto de la casa, con el amplio patio central y los frescos cuartos de techo alto.  La sala con estanterías llenas de libros que el doctor leería hundido en su amplio sillón, y cuando quisiera comer algo iría a la cocina a buscar alguna fruta en su refrigeradora de dos puertas con dispensador de hielo y agua fría, de esas que solo había visto en las revistas de la sala de espera, y luego a su comedor para doce personas, con sillas de madera preciosa tallada que podía sobrevivir hasta el apocalipsis.


Todo eso le parecía encantador, pero era demasiado estudio.


O tal vez sería mejor poner un negocio, como la pastelería Las Delicias, con su fachada pintada de vivos colores, el morado y el verde contrastaban con la vitrina donde se exhibían pasteles para distintas ocasiones, todos decorados con tanta atención al detalle que cada vez que pasaba a ver descubría algo nuevo: un borde de flores, una dedicatoria, una figurita hecha de azúcar. Sí, tal vez eso, aprender panadería y pastelería, le tomaría mucho esfuerzo pero con práctica podría llegar a tener el mismo nivel de destreza, haría pasteles hermosos y las familias más importantes le harían pedidos para sus fiestas, que no eran pocas, porque cuando hay fortuna siempre hay un motivo para celebrar.


Algún cliente llegaba y lo volvía a la realidad, le pedían una fritura, un bombón, un chicle.


Don mundo, que para entonces ya estaba algo cegatón por la catarata, quería seguir sintiéndose útil; un rato estaba arreglando una tabla floja del gallinero en el patio, otro rato echándole aceite a las bisagras de la casa, otro rato tallando alguna figurita en madera. Una de sus posesiones más preciadas era un barrilito de roble que a su vez había pertenecido a su abuelo y según le dijeron había servido originalmente para almacenar aceite de oliva. Tal vez por eso se conservaba tan bien. Don Mundo había modificado la tapa del barril con una bisagra y un pasador que cerraba con candado. El cierre era casi hermético.


A eso de las seis de la tarde, don Mundo sacaba su silla a la acera a ver el ocaso, se entretenía ya fuera solo o platicando con los vecinos que se acercaban a saludar, el viejo cerraba la tienda. Él también soñaba despierto, la última cosa que quería hacer antes de morir era hacer un viaje a otro país, no era arrepentimiento; en la medida de sus posibilidades ya había vivido, sufrido y gozado, pero quería darse ese gusto de ir con su Esperanza a otro país, hospedarse en un hotel de esos bonitos que se veían en las películas, comer una de esas comidas que tan ricas se veían en la pantalla y ver el ocaso en el balcón desde su habitación o en una silla en la playa.


A veces, Edgar lo había visto a don Mundo después de cerrar la tienda, se acercaba al barril, abría el candado y echaba un billete de a cien adentro con un “Dios mediante” o algo parecido. Y así cerraba su preciosa alcancía, con una plegaria y la esperanza de cumplir su última voluntad.


(Continuará)


Luego, la muerte

-Entonces, ¿fue usted quien dio la orden, señor ministro?-, preguntó el entrevistador. 

Acostumbrado a los elogios y sabiéndose preparado para la respuesta que el funcionario daría, guardaba bajo aquel escritorio amplio y transparente una carpeta con material comprometedor, información irrefutable que dejaría sin respuestas al funcionario. 

Era el programa de las diez de la noche, el más visto del canal y Armando, el presentador estelar, era el encargado de realizar las entrevistas principales. En esa oportunidad, tenía información sobre un cargamento de especies marinas, declaradas como especie en peligro de extinción, que ingresaron al país de forma irregular por el área de protocolos. En este espacio del aeropuerto ingresa a la nación el cuerpo diplomático y funcionarios que tienen inmunidad. No hay controles ni registros en esa parte del aeropuerto. 

Una fuente de Armando le contactó sobre un incidente ocurrido unas noches antes en esa área. Un funcionario corpulento y malhumorado ingresó al país por esa área sin tener inmunidad ni ser diplomático. Un empleado, que más tarde fue destituido, detuvo a esta persona y exigió la revisión del equipaje. Cuando descubrió que el encargo era para un funcionario de alto rango, tomó la decisión de documentar y fotografiar las anomalías que tenía frente a él. De pronto, un funcionario llamó. Era un ministro. Los jefes del aeropuerto despidieron al empleado y ordenaron el ingreso al país de las especies marinas sin declarar. 

Tras su destitución, se dirigió al Canal 6 y entregó una copia de todo el expediente. Armando, realizó un par de llamadas, pero no tenía la declaración del ministro, quien había acudido al canal para una entrevista “pagada”. El funcionario quería promocionar un programa que debió hacer desde el inicio de su gestión, pero que tras múltiples retrasos, finalmente estaba listo y realizó una gira por todos los medios para dar a conocer sus hazañas. 

Al concluir la entrevista, Armando dio un giro en el tono y comenzó a cuestionar al funcionario. Primero, le dijo que le contaría una historia con la que quizá él está familiarizado. Al mencionar las palabras aeropuerto, noche, domingo, llamada telefónica; el funcionario comenzó a palidecer, sudaba frío y las gotas de sudor resbalaban por su frente. Cuando la entrevista estaba en su punto más álgido, Armando comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza. Escuchaba un sonido repetitivo que penetraba en su mente. Un extraño sabor a sal invadió su paladar y abrió los ojos… 

Estaba en una cama desordenada, con papeles tirados en el suelo, botellas de cerveza y ropa interior. Apagó la alarma del teléfono. Se restregó los ojos y tuvo destellos de la entrevista, el funcionario, las hojas que le entregaron. Se despabiló y estaba desubicado, comenzó a cuestionarse quién era, qué hacía en ese lugar. Trató de recordar que realizaba una entrevista y que el funcionario se levantó de su asiento. 

Armando pidió al camarógrafo acompañarle para perseguir al hombre para que respondiera. El funcionario era rápido y mientras descendían por las escaleras de servicio se percató que su compañero no estaba y no había rastro de la cámara. Luego, frente a él, dos hombres de la guardia presidencial lo golpearon en la cabeza y por eso está en ese lugar. 

Si, eso pasó, por eso estoy aquí. Se puso de pie, en el desorden observó que había droga en la mesita de noche. La alfombra estaba quemada y había colillas de cigarro regadas por todos lados. Ingresó al baño y allí, en la tina, observó lo que quedaba de una hermosa mujer. Estaba desnuda y con el cuello cortado. La tina se había llenado con su sangre. Armando dio un fuerte alarido y de pronto, la puerta fue derribada y varios policías, con cámaras y medios de comunicación, ingresaron a la habitación, filmaron el desorden y a Armando, quien tenía sangre por todo el cuerpo. Hablaba y deliraba sobre una entrevista, un contrabando de especies y una trama gubernamental para tenderle una trampa. 

Tiempo después y tras ocurrir la audiencia de primera declaración, el Canal 6 dabal la noticia de que el antiguo conductor del programa estelar, capturado por narcotráfico, asesinato y secuestro, se había colgado en el interior de la prisión. Las cámaras del noticiero captaron en exclusiva los momentos posteriores a la muerte del periodista. 

-Miren los pies, parece que aún se mueve, pero está muerto. Miren la soga, la precisión con la que la ató, seguro, por sus influencias, consiguió que algún guardia le trasladara la cuerda, una escalera para levantar hasta la viga más alta y luego, hizo un nudo con precisión y se colgó. Seguro ese mismo guardia, que de seguro investigarán las autoridades, también se llevó la escalera y dejó abierta la puerta para que fuese encontrado rápidamente, por nuestras cámaras, que casualmente, realizaban un reportaje de cómo los reos utilizan la escultura y la pintura para ordenar sus pensamientos y tener una reinserción pronta en la sociedad”-.

VS 01 parte I

La confusión / distorsión del tiempo / indeterminado // sueños / en desastres / multicolores en explosión // amanecer / más débil / más cansado // a pedazos / miembros/cuerpo / el dolor en las entrañas // delicioso humo / por la tarde / destrozos de tiempo // mis manos / temblorosas / los pies incapaces // dolor de hoy / insoportable el ayer / de pedazos óxidos // respirar lento / fatiga continua / las hormigas no paran // se derrite / el entorno / fluido constate / desaparece // ya sin horizonte / sin pasado/ni pasos / desvanecerse es necesario // decisiones / hacia donde / todo es igual // será igual / el final el mismo / más confusión // 

El sin sentido / del actuar / mal cada vez más… mal // miedo de actuar / de moverse / regresar / lo mismo // ruptura / del silencio / se entorpece el habla // sin escuchar / sin pensar / sin esperar // no hay oportunidad / ni opciones / sin formas a donde ir // solo está rutina / está la de siempre / descasta/deja muestras // te señala / como esclavo / propiedad de algo más // sin sentido / el tiempo y el espacio / un enigma sin descifrar / dos monedas / en mi poder / sin que decisión tomar // llueve sin parar / frio que paraliza / nada que alimente // la ira / descontrol / falta de gana y paciencia // de nuevo todo / cae paulatinamente / se desvanece. ///

Gertrudis

Apareció una tarde sin mucha ceremonia dentro de una caja de cartón. La niña había insistido por mucho tiempo y justo cuando se le había olvidado llegó la mamá con aquel obsequio. ¿Quién sabe? tal vez sería algo bueno para los dos. Nuestra protagonista estaba en plena oscuridad, algo asustada por tanto movimiento y quería salir cuanto antes.

“Tápate los ojos, te traje algo.” dijo la mamá conteniendo su emoción. La niña obediente se sentó en el sillón de la sala, cerró los párpados y se los tapó con ambas manos. Mamá puso la caja en el suelo y la abrió, “Ah, al fin, la luz, esto ya es otra cosa” pensó, la sacaron unas manos delicadas y escuchó una voz: “Extiende las manos, pero no abras los ojos.” la niña estiró sus manos temblorosas y casi se derrite cuando sintió el contacto con un cuerpo suave, tibio, peludo y que no dejaba de moverse. 

“¿Y este humanito?” Pensó el pequeño ser, se acercó con curiosidad a olfatear. La niña no pudo contener la emoción, abrió los ojos, vio su cara muy de cerca, unos ojitos pequeñitos y redondos, y justo abajo un circulo negro que se estrellaba contra su cachete. “Hola, me presento, espero que seamos buenas amigas.” Sintió una nariz húmeda y una lengua que le daba muchos lametones  a manera de saludo. 

La niña estaba extasiada con ese pedacito de ser vivo en sus brazos, no podía creer que después de tanto decirle a su mamá que quería un perrito al fin lo tenía materializado en sus manos. Lágrimas de felicidad recorrieron su rostro. “¿Qué es este líquido? salen gotitas de sus ojos, ¿Qué sabor tendrán?” la perrita las empezó a lamer con gusto. Todo eran risas hasta que mamá se la tuvo que quitar y le dijo que se fuera a lavar la cara.

“Por supuesto que hay reglas:, un perrito es un ser vivo y necesita cuidado, hay que llevarla al veterinario, desparasitarla, ponerle sus vacunas, limpiar cuando haga pipí y popó, sacarla a caminar y mucho más, es una responsabilidad que hay que compartir, ¿Estás de acuerdo?”

A todas estas instrucciones, la niña asentía con un “ajá, ajá”.

Y a todo esto, ¿Cómo le vamos a poner?

La niña contestó con entusiasmo: “Ya lo venía pensando desde hace tiempo, si es hembrita quiero ponerle Lilith”.

La mamá abrió los ojos con asombro, “Y por qué ese nombre?”

“Es que escuché una historia acerca de dónde viene ese nombre y me pareció bien interesante”. Dijo la niña con toda naturalidad.

“A ver, pensemos, el primer nombre que se me ocurre es Gertrudis, suena chistoso y no se de nadie que se llame así. Además, es casi toda blanca, a excepción de este parche cafecito que tiene en la oreja, es casi albina… Albina… ¿te parece? o si te suena muy seco podría ser Rosalbina. Además, el nombre Lilith suena muy como de miedo, podríamos reducirlo a Lili”.

“Lili me gusta.” Dijo la niña.

“Lili Gertrudis Rosalbina.” Dijo la mamá.

Y así quedó bautizada como Lili Gertrudis Rosalbina.

Es cierto que no le decían su nombre completo todo el tiempo, la niña le llamaba Lili y la mamá Gertrudis, al principio la perrita no le puso mucha atención, pero con el tiempo se dio cuenta que cuando los humanos pronunciaban estos sonidos raros la veían a ella y le causaba curiosidad, así que una vez se acercó después de escucharlos y se dio cuenta que la humana empezó a sonreír y darle palmaditas de aprobación. “Hey, parece que les gusta hacer esos sonidos y que yo me acerque, entonces lo haré de ahora en adelante” pensó Lili mientras la niña estallaba de júbilo: “¡Mamá, Lili ya responde a su nombre!”

Cuando por fin la pusieron en el suelo, Lili no sabía muy bien qué hacer o adónde ir, así que decidió explorar los alrededores despacio, olfateando cada centímetro cuadrado del lugar. Algunos espacios eran muy estrechos y no cabía, en otros lugares como debajo de la cama o de algún sillón parecía caber pero luego de un rato se daba cuenta que no podía salir de allí, tal vez se le venía algún recuerdo a la mente, entonces se agitaba y lloraba con desesperación hasta que llegaban a sacarla de donde se hubiese atorado, al sentirse de nuevo protegida en las manos de sus humanas se le pasaba el susto casi de inmediato.

Era ya de noche, le prepararon una cama en una esquina del cuarto de la niña con unas mantas viejas y la depositaron suavemente en ella, apagaron las luces y se fueron a dormir. Lili estuvo quieta un rato, solo un rato, a lo mejor la oscuridad le trajo algún recuerdo de la familia que tuvo hace apenas unos días y le fue arrancada de repente y sintió miedo de estar sola y desamparada, se levantó, dio unos pasos, reconoció el aroma de la humana que la tuvo en sus brazos hace poco y se acercó. “¿Qué es esto?” Se dijo extrañada. “Puedo olfatearla, sé que está cerca, pero algo no me permite acercarme, creo que está arriba, pero está muy lejos.” La niña sintió a Lili lloriqueando abajo en la orilla de la cama y recordó las palabras de su mamá: “No la dejes subirse a la cama, si no luego no se va a querer bajar, tiene que acostumbrarse a dormir en su propio lugar”. Sin embargo, el llanto era tan triste que le partía el corazón. “Lo siento, no puedo, tienes que quedarte en tu cama.” Pero el lloriqueo y los gemidos parecían decir “anda, tengo frío y estoy sola en un lugar que no conozco, hazme un poco de compañía.” Al final la niña no pudo más y dijo: “Bueno, pero solo esta vez, luego te quedas en tu cama, ¿Estamos?”

Como era de esperarse, Lili ya nunca quiso dormir en la camita de la esquina.

Al día siguiente, pasada ya la emoción de la novedad, se dieron cuenta que Lili estaba más bien flaca, con el pellejo pegado a las costillas, le sirvieron un plato de comida y lo devoró como si no hubiera mañana. Lo único que tenía grande era la panza que se bamboleaba de un lado a otro cuando caminaba.

“Mami, ¿por qué tiene esa barrigota cuando lo demás es puro hueso?” Preguntó la niña. A lo que la madre respondió: “Deben ser lombrices, es normal en los cachorritos, por eso la vamos a llevar al veterinario”.

La visita fue corta, después de una inspección no detectaron nada anormal aparte de una ligera desnutrición, la veterinaria les recomendó que primero se le diera un desparasitante y esperasen unos días antes de la siguiente visita cuando ya se le podría poner su primera vacuna. También le dieron un alimento especial que iba a nutrirla algo mejor. También le compraron una pelotita especial para jugar y morder.

De regreso a casa, ya más tranquilas, Lili jugó con su pelota hasta caer agotada y dormida en un rincón cerca de la ventana abierta que justo la bañaba con rayos de sol . Entonces empezó a soñar con su mamá y sus hermanos, estaban todos juntos echados dándose calor y sintió mucha paz. En eso, unas manos frías la arrancaron de su madre y la metieron con sus hermanos en una bolsa plástica negra, todo se volvió oscuridad y confusión, ni ella ni sus hermanos entendían qué estaba pasando, sintieron cómo los cargaron por algún tiempo y luego aventaron la bolsa a un barranco tal vez esperando que murieran asfixiados o golpeados, ahí quedaron sin saber cuál sería su destino. Algo o alguien hizo un agujero en la bolsa, no se sabe si desde afuera o desde adentro, el caso es que podían respirar aunque con mucho esfuerzo, el calor era sofocante y temieron lo peor hasta que unas manos salvadoras abrieron la bolsa y los rescataron. 

Por algún tiempo tuvo el mismo sueño de forma más o menos recurrente, aunque cada vez con menos frecuencia, hasta desaparecer por completo. Pero cuando ocurría, Lili dejaba escapar pequeños gemidos y su cuerpo daba espasmos, como si se estuviera asfixiando. A veces la niña lo notaba y preguntaba a su mamá: “¿Con qué crees que esté soñando Lili?” La madre que no tenía ni idea contestaba por decir algo: “No sé, tal vez sueña que caza mariposas.”



Delirio púrpura

Imagíname, por un instante, destruyendo la rigidez del tiempo. Sofocando al vacío. Acariciando la caída, saboreando el arrebato, la locura y el delirio.

Imagínalo por un momento. Retén ese pequeño fragmento de la realidad, añádele circunstancias, insinuaciones, risas.

No sueltes ese instante. Tómalo con tu mano, paséalo por tu inconsciencia, llévalo a tus sueños, a tus pesadillas; siémbralo, déjalo que brote, que sus raíces te abracen y cuando ya sea insoportable, cuando sientas que no puedes sostenerlo más, cuando percibas que es tan enorme que podría destruirte y que amenaza con implosionar el universo entero que te rodea: suéltalo y la destrucción que presencies será formidable, lo que nacerá tras esa caída será devastador.

En ese punto de la nada me verás otra vez recolectando los fragmentos y rogándote para que vuelvas a imaginarme, a tomarme como prisionero mientras busco entre los escombros algunos trozos incompletos de mi alma.

Quizá solo baste contemplar el cabello que dejaste tras tu partida. Ese que descubrí con un reflejo de la luz. Recordar el sabor, el aroma, la vida, la muerte y el misterio bailando en tu mirada.

Percibir las palabras de esa hebra púrpura, el susurro de ti, a través de ese ínfimo fragmento tuyo, cuya esencia acabé por tomar y que no entendí. No supe descifrar y enloquecí al verlo desvanecerse frente mis ojos.

Entonces, no me imagines; tal vez, ese sea mi propósito en esta historia: imaginar cosas que no suceden ni sucederán. Ser sin ser, estar sin estar, sentir sin sentir. Recurrir, insistir y, como un vicio, repetir. Alimentando los fragmentos de mi mente con instantes, sonrisas y delirios púrpuras.

El Mundo y la Vida

¡Hola Mundo!

Don Mundo se acercó al mostrador a paso lento, con pereza, pero con una gran sonrisa, ¡Qué pasó patojo!

- Pues aquí, a comprar algo para el desayuno, y usted ¿cómo lo trata la vida?

- Por ahí anda la vieja cabrona, ¡Vida, donde andás vos!

- ¡Oy! - Sonó la sonora voz de la señora, - Aquí ando, que le andaba preparando el desayuno al viejo Mundo. Ya viste que es medio lento.

- Con tocino por favor - Replicó Mundo. -Tan chula la vida como me hace huevos. Y vos patojo, ¿qué le vas a pedir a la Vida?

- A la vida, que fuera eterna, a doña Vida un litro de leche, una libra de harina y cinco huevos.

- Ahorita va - Dijo doña Vida, a pesar de sus años era ágil y se mantenía igual de sonriente que don Mundo. - Y vos Mundo, Andá comé, al paso que caminás cuando llegués a la mesa va a estar fría la comida, aquí están tus cosas patojo, ¿se te ofrece algo más?

- Nada más, muchas gracias.

-Va, ya sabés, cualquier cosa, aquí estamos. - Se fue para adentro a desayunar con su Mundo. - ¡Viejo! ¿te lavaste las manos? ¡Mira que andás todo lleno de tierra que andabas sacudiendo temprano y te la echaste encima!

Me alejé de la tienda pensando en el par de viejos, el Mundo y la Vida, siempre juntos, siempre orbitando uno alrededor del otro. Para él, ella es el mundo; para ella, él es la vida.


Sueño Lúcido

 La cosa empezó bastante bien: iba vagando por la ciudad, el sol brillaba y había mucha gente por aquí y por allá. Como me pasa casi siempre, las ciudades que veo son bien intrincadas, con calles asfaltadas, casas, parques y edificios mezclados sin un orden aparente. Un caos donde puedo tomar un callejón que me lleva a unas gradas que suben serpenteando hasta la cima de una colina donde se abre ante mis ojos el paisaje de un parque. Todos están contentos, juegan, ríen y cantan, sí, cantan, como en las películas donde de la nada alguien dice “me acabo de inventar una canción” y casualmente todos se saben la letra, la música y la coreografía. No recuerdo bien la letra pero la esencia era algo así como: 

"Estamos muy alegres 

estamos muy contentos 

jugamos todo el día

que viva la alegría"

Yo estaba contagiado de esa felicidad, me encantan estos lugares. Sí, es algo extraño que todos muestren tanta felicidad, es algo así como si estuviera en Disneylandia, solo que no veo juegos mecánicos. Por lo demás, la arquitectura del lugar me hace pensar como si estuviera en un parque temático.

“Estamos muy alegres”

Todos están muy coordinados. Me pregunto si no se quemarán de estar todo el día bajo el sol, si tienen algún trabajo o algo que hacer aparte de estar afuera disfrutando y siendo felices. Asumo que toda vez no le hagan daño a nadie no debería importarme.

“Estamos muy contentos”

Voy bajando un graderío y paso por calles cada vez más estrechas, la gente baila y canta como si fuera un musical de Broadway, salen de sus carros, se suben a los techos y siguen, pienso que está bien, yo también voy medio bailando y cantando.

“jugamos todo el día”

Llego a un lugar que es más un corredor de un par de metros de ancho, al pasar el corredor veo algo así como un restaurante, en este lugar también hay una multitud, pero todos están ordenados, parece ser una cafetería.

“Que viva la alegría”

Algo me dice que he llegado a mi destino, hay una fila de personas esperando a que les sirvan, alguien atrás del mostrador mete un cucharón en una olla enorme y saca un bodoque de una masa humeante que pone en el plato de la persona, en eso empiezo a sentir una inquietud, en mi mente todo esto parece una película gringa doblada al español, así que le cambio al inglés y pienso para mí mismo: 

What the fuck is going on?

Es mi turno, sostengo un plato en mis manos, la gente sigue cantando, pero ahora que pongo más atención, no están moviéndose libremente, están más bien repitiendo el mismo movimiento una y otra vez, yo mismo estoy parado en el mismo sitio y parece que no me estoy moviendo, repito el mismo movimiento de vaivén. La tonada sigue con el mismo ritmo guapachoso pero ahora todos estamos diciendo al unísono:

What the fuck is going on?

Hay un tipo que por casualidad quedó a poca distancia, lo veo tratando de entender qué está pasando, en sus ojos veo reflejada cierta angustia, sigue cantando, pero su sonrisa tiene un rictus que me hace pensar que es forzada, está cantando entre dientes y parece que entre cada respiración quisiera decirme algo mientras canta:

What the fuck is going on?

Entonces entiendo con horror que todos estamos condenados a seguir esta rutina para siempre, hasta aquí llegamos, vamos a fingir que somos felices, a continuar la misma acción una y otra y otra vez por toda la eternidad aunque por dentro tengamos deseos de morir. ¿Podemos morir siquiera? ¿Acaso ya estoy muerto? No hay salida, estamos alineados, todos seguimos cantando. Me acordé de Sísifo, de Damocles, de Prometeo. 

¿Dónde estoy?

What the fuck is going on?

What the fuck is going on?

What the fuck is going on?

El Canche

 "En el tiempo que pasó esto contaba yo con treinta y dos años, había estado lloviendo fuerte por tres días seguidos y mi hija que tenía unos cuatro meses de nacida estaba mala con fiebre y vomitando. Tal vez no fuera algo muy serio pero uno de padre se preocupa. La cosa es que en la aldea no hay doctor, para buscar  teníamos que pedirle prestado el pickup al compadre Oscar y agarrar el camino de terracería hasta la clínica. El problema no era la lluvia ni la distancia que era más o menos una hora de ida y otra de regreso. El problema era la hora, era ya media tarde y ya al estar oscuro nadie se animaba a salir porque en la carretera podía encontrarse uno al ejército pensando que uno le llevaba cosas a la guerrilla o a la guerrilla pensando que uno le llevaba cosas al ejército. De cualquier forma uno salía perdiendo, aunque lo interroguen y vieran la criatura llorando ellos podían pensar que era puro pretexto y matarnos de todos modos.

El caso es que mi hija estaba mala, lloraba, la fiebre le subía, no le quedaba nada en el estómago y seguía queriendo vomitar, mi esposa y yo estábamos preocupados pensando qué hacer. Al fin me decidí y me fui bajo el agua a hablar con mi compadre. Él sabía que era arriesgado, pero también había perdido un hijo de cólera. Es duro eso de ver a su nene morir sin poder hacer nada, la cosa es que no tomó mucho convencerlo y pensó que si le metía la pata podíamos ir y regresar a tiempo.

Pues agarramos camino con mi compadre, mi esposa, mi beba y yo, el camino de ida todo bien, llegamos a la clínica, vieron a mi hija, como pudimos conseguimos la medicina, de eso me sentí mejor porque iba a estar bien. 

En eso nos entró la noche.

Con mi compadre la pensamos y repensamos si nos íbamos a regresar esa noche o no, pero ya nos habíamos gastado el dinero en la consulta y las medicinas, mi compadre hasta nos ayudó y allí hicimos el ajustón. No conocíamos  a nadie conocido en el pueblo y la beba necesitaba cuidado. Así que decidimos arriesgarnos y agarrar camino de regreso.

La lluvia se calmaba a ratos y luego regresaba fuerte. En la noche, sin alumbrado público y con la lluvia así de fuerte apenas se miraba algo. Tuvimos que irnos despacio para no estrellarnos en el paredón o caer en el barranco, viera visto usted. Mi mujer iba rezando, yo me hacía el fuerte pero por dentro tenía todo aguado pensando que nos íbamos a chocar o se nos iba a atravesar alguien.

En eso, a la orilla del camino, vimos a alguien, yo dije Señor bendito. Cuando se ponen así lo paran a uno, lo interrogan, lo registran. Mi miedo era que  si el militar preguntaba “¿pelo vergo mi sargento?” Y el sargento contestaba “Pelo vergo”.  Eso significa que tenía permiso para disparar a matar. Estaba esperando ver el puesto de registro, yo creo que mi compadre más por miedo que por otra cosa paró el carro..

la figura que vimos se acercó corriendo, entre la lluvia no distinguíamos quién era, pero al llegar a la ventana nos dimos cuenta que era una mujer. Aunque no era la guerrilla ni militar, igual nos asustamos.Daba unos gritos la mujer que le helaban la sangre a uno, somatando el capó del carro, el vidrio de adelante,  la ventana, gritando ¡Ayuda, ayúdenme  por favor! Se ahogaba de puro llanto, aparte estaba empapada, nos miramos con mi compadre y no la pensamos, nos bajamos de una, ahí dejamos a mi esposa con la nena. la señora era así rubia, vestida con ropa así como que fuera turista, robusta, hasta bonita, de no ser porque estaba empapada de agua y llanto, luego vimos que también tenía sangre en la ropa, hablaba con acento como que fuera gringa o a saber de dónde: “¡Ahí abajo, por favor, ayuda!”

Nosotros pensamos que había sido un accidente, vimos un claro a la orilla del camino donde se notaba que se había desbarrancado un carro. Nos fuimos con cuidado entre el monte y el lodo, ni cuenta nos dimos de que la gringa se había quedado atrás. Llegamos al fondo y cabal vimos un carro grandote de esos cuatro por cuatro todo terreno, tenía algunas calcomanías en a saber qué idioma, yo digo que eran misioneros. Usted sabe que en ese tiempo había gente que venía a hacer obras acá, a construir escuelas, o jornadas médicas,a evangelizar o a saber qué cosas, hasta gente que se tiraba a atravesarse el país solo porque sí, porque diz que la aventura, yo qué sé. La cosa es que llegamos al carro, mire usted, picado de balazos.

Encontramos a dos personas, el piloto era hombre, con la cabeza en el timón llena de sangre, lo medio movimos y se fue de lado de una vez ya muerto. A la par de él una mujer, también bañada en sangre, le levantamos la cabeza a ella y mire usted, se lo juro por Dios, era la misma que nos había parado allá arriba.

Nosotros con mi compadre estábamos cagados de miedo, no solo por ver esa escena y más que todo a la mujer, sino porque los cuerpos todavía estaban calientes y los militares o quien fuera que haya sido podía estar cerca. Pero mire, ¡va usté a creer! En las piernas de la mujer, envuelto en un montón de trapos, había un bebé llorando, más o menos de la edad de mi hija.

¡Y qué podíamos hacer! No podíamos dejar a la criatura allí solo que se muriera. Lo agarré y como pude subimos y nos fuimos de allí, cuando subimos con el bulto mi mujer estaba pálida, nos dijo que cuando nosotros empezamos a bajar ella se empezó a alejar y como que se hubiera desaparecido entre la lluvia. Cuando vio la criatura y le conté lo que vimos le agarró una lloradera.

Mire, yo no sé cómo le hizo mi compadre para manejar de regreso con la impresión de todo esto, pero mire, ese niño como que traía algo, aunque estuviera llorando sentimos una paz, un calor, como que en esos momentos uno se arma de valor como dicen y qué le importa todo lo demás ¿verdad?”

Cuentan que en medio de una aldea del altiplano de Guatemala, en el punto más álgido de la guerra interna, apareció un niño adoptado sin papeles ni abogados ni ninguna de esas formalidades que no eran necesarias.  Creció como sus amiguitos en medio de la pobreza, aprendió a trabajar la tierra como cualquier otro.  La única excepción era que este niño sobresalía entre todos por ser rubio, de ojos azules y al crecer llegó a medir casi dos metros de estatura. Era más conocido por los habitantes de la región como el Canche.